Caminar por Guadassuar es escuchar los colores
Pasear por sus calles es reencontrarte con casas que respiran música, con balcones que han visto pasar generaciones de músicos y con plazas que todavía guardan el eco de ensayos y conciertos. Es escuchar como cada piedra, cada esquina y cada ventana laten al ritmo de las notas, como si todo el pueblo fuera un instrumento afinado por el tiempo y la pasión por la música.
Los músicos son pintores de viento, labradores de emociones. Con cada soplo, tiñen el silencio de tradición, de pasión y de futuro. Las calles, plazas y auditorios se convierten en galerías vivas, donde cada concierto es una exposición irrepetible que colorea al pueblo que escucha y vibra.
Los sonidos de las trompas, en este Congreso Internacional de Trompas, se levantan como pinceladas delicadas y a la vez poderosas, dibujando formas y melodías llenas de luz y cromatismo sobre un lienzo invisible. El aire se pigmenta, y allí donde los ojos no llegan, la música se extiende capa tras capa, como si cada nota fuera un color que se expande y se funde con los demás, creando un espacio donde el tiempo se vuelve pintura.
Las melodías pintan recuerdos, sentimientos y sueños compartidos, y retratan una obra viva que crece con cada interpretación: un gran cuadro colectivo que inspira, emociona y une a todos los que forman parte de él.
El CITGUAD no solo suena… habla, pinta y emociona. Cada nota es un trazo. Cada silencio, un vacío lleno de color. Cada sonido, una nueva pincelada que llena el aire.
“Cuando las trompas suenan, el aire se pinta.”
Vicent Boïl Mut, pintor
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